Skip to main content

23. De noches y premoniciones (26/2/2002)

No sé cuándo ni bajo cuál cielo inmisericorde, pero ha de llegar nuestra redención y nuestro día. Antes, cuando atisbaba la voluntad de Dios entre los astros, creía reconocer en esa caligrafía cintilante algo parecido a la esperanza y, sobre su trasfondo obscuro, una transparencia que bauticé con el nombre de “certeza”. Ahora algunas noches son un paisaje mudo y la fe tiembla entre las copas de árboles mientras el viento silba una melodía nostálgica.

No sé por qué, pero sé que cobijado por tus brazos encontraré algo parecido a la tranquilidad, y por los cauces más suaves y placenteros de tu cuerpo, navegaré todavía incontables horas de sensualidad y sueños. Y sin embargo el humo se cierne sobre nosotros, más que de vez en cuando, y las tormentas no dejan de amenazar nuestras costas mientras el fuego ilumina, con una tierna claridad, todavía muchas de nuestras noches.

No sé cómo, pero habré de quemar mis naves y construiré un jardín donde no tenga cabida otra pasión que la pasión, ni otra piel que la piel compartida en la desnudez carente de coartadas o prejuicios, mientras las estrellas recuperan, con lentitud, su lenguaje de premoniciones, bajo el manto nuevamente protector de cada noche. Y la luz más brillante llevará tu nombre.