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7. De insomnio (18/10/2001)

Ciertos instantes, bajo el cielo nocturno, siento tener más piel que vida y la cama me parece un triste cuadrilátero donde limitar esa lucha de amor y sueños. Vuelvo a ser el muchacho inconforme que salía a mirar estrellas y repasaba líneas por escribir en las cuales creía encontrar a la poesía como indicios de una mujer quizás oculta, tal vez sólo deseada tiernamente. Recorro de nuevo, en la memoria, los campos florecidos bajo un sol inmisericorde y recuerdo una luminosidad que me inventó ojos nuevos. Libo de unos labios en flor y me crecen sentidos inéditos desde la punta de los dedos hasta los muslos, o siento unas uñas que dibujan sobre mi cuerpo los límites de la pasión, y lo trascienden.

En esos instantes el descanso me niega su consuelo y las cosas más inocentes, de suceder, se transformarían en abismos de deseo: si una mirada cayera sobre un cuerpo, se incendiaría la ciudad alrededor y se desvanecería el resto del mundo; si una caricia se aventurara debajo de una mesa, cualquier muralla podría desaparecer y las puertas perderían sentido; si unos labios recorrieran el camino adecuado sobre unos pechos, un corazón empezaría a golpear paredes y la lujuria estremecería los cimientos de una casa; si dos cuerpos se confundieran de pie, bajo una lluvia artificial o natural, quizás se detendría el tiempo y los relojes exhibirían un rostro absurdo; si palpitara un cuerpo que se olvidó de que eran dos, flotarían alrededor sin importar ya nada la sed y el caos, esperanza, pasados casi inexistentes, futuros alternativos, el mar, montañas, autos, trenes, alcohol y cigarrillos, un horizonte inabarcable, un balanceo de palmeras, unos ojos renacidos, unos oídos recién estrenados, un planeta, su luna, de nuevo las estrellas, tal vez lo que llamamos el universo entero...

Por eso, para quienes no duermen por las noches y escuchan el pulso de la ciudad como una bestia moribunda, para quienes apagan el televisor y encienden la mirada frente a su pareja cobijada por una semidesnudez cachonda, para quienes tejen ficción y realidad con caricias bajo una sábana que apenas les cubre el cuerpo, para quienes una voz les significa fantasías y los besos señales con las cuales marcar un campo de batallas por ganar, para quienes se saben cómplices de una forma sensual de mirar el mundo y se entregan a los sentidos mientras los otros duermen, para quienes se abisman por completo y le dan la cara a su deseo, dedico este insomnio y estas letras.