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24. De sueños y sábanas (3/6/2002)

No siempre, pero cada vez que duermo solo, su aroma entre las sábanas le devuelve a mis sueños su figura: desnuda y trémula, inquieta y seductora; la noche entona un rumor de oleaje y el tacto se ahoga en recuerdos de humedad y espuma, y la brisa cobra una fragancia de transpiración, casi dulce, ganada en largas batallas entre la consumación y el deseo.

No siempre, pero es casi un ritual de cada noche, me abrazo a la almohada que hizo suya en otro tiempo y conserva, al menos en mi esperanza, algún vestigio de cuando ella soñaba a mi lado. Duermo para soñar con ella, y sueño para acortar las horas que la conduzcan de nuevo hasta mis brazos.

Pero siempre, siempre, al despertar, vuelvo a las sábanas, en realidad o sueños, para recuperar de algún modo la tibieza de su cuerpo y tener la fuerza para enfrentar el día cobijado por el recuerdo de sus labios.