III
Tengo una mujer de pechos generosos
y entregada a la ansiedad que me hormiguea en las manos
—con ella estoy fundando un rincón marginal del paraíso
sin exilios ni rencores sin eternidad ni celos
Y aunque tiene el corazón herido
extiende su piel y su palabra
para cubrir las grietas que sobre mí esbozaron los silencios
—antes de ella hubo tardes y hubo atardeceres
pero no existía oasis de luz que atravesara mi nocturno desierto
Y tiene en su costado tanta angustia
como ésa que en otro momento me arrebató los ojos
y me llenó de espuma cada perfil del tiempo
—donde el futuro parecía un cadáver
y el pasado un pantanal vestido con herbajes muertos
Pero también tiene una provincia de mi voluntad
atada a los aromas de su cuello
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