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I

Quisiera nombrar la gracia de una mujer con la caligrafía temblorosa de mis brazos, porque estoy como un solitario cualquiera: vacío de otras frases que no sean aquellas rescatadas de unos labios-hembra.

Quisiera decir la fe y el calor de su regazo; pero no comparto el calor ni la fe durante las noches, y no puedo utilizar palabras vacías de ese perfume que mis dedos encuentran sólo al repasar sus líneas.

Quisiera recuperar los signos que expresen su voz como la transparencia al aire, aunque el sonido se transforme en una caja de ecos donde mis gritos sean la única prueba de su ausencia.