Algunas preguntas sobre la narcoviolencia en México
Es desalentador enfrentar, día día, las cifras de muertos, balaceras, detenidos y mutilados producto de la narcoviolencia en México. Pero más que desalentador, resulta brutal encontrase constantemente con las imágenes de cadáveres o partes de cuerpos donde casi es imposible distinguir su previa condición humana entre charcos de sangre, o medio escuchar las noticias contra un fondo de martilleo de armas y nubes de polvo.
Se puede tratar de dimensionar lo que sucede. Mostrar con cifras que las guerras son mucho más violentas, que a la cantidad de muertes contabilizadas, se suman siempre un número impreciso de desaparecidos y un incremento en la miseria por los incontables desplazados. También se puede mencionar que los índices de homicidio son mayores en Brasil, Colombia, Venezuela y otros muchos países de Latinoamérica, o que el tráfico de drogas es mucho mayor en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, nos resulta imposible desprendernos de la percepción de amenaza continua y es fácil ceder ante el miedo. Pero ante todo esto, vale la pena detenerse un momento y preguntar: ¿quién gana con nuestro miedo y cuál puede ser el mejor lugar de la imagen fotográfica dentro de este tema?
Primero gana, sin lugar a dudas, el crimen, organizado o desorganizado. Siempre una comunidad temerosa tendrá menos capacidad de respuesta frente a la intimidación, y cualquier autoridad encontrará más argumentos para ceder a la corrupción justificándose con el riesgo, aunque antes no le haya hecho falta justificarse. Después, ganan los políticos oportunistas, de todos los colores e incluso de distintos países. La violencia en México ha servido, tanto aquí como en Estados Unidos, lo mismo para cuestionar gobiernos de distinto nivel, que para reclamar recursos, ganar votos o distraer la atención de la crisis económica; ha promovido las actitudes menos solidarias de nuestras sociedades y ha hecho descender el debate político en algunos casos a niveles vergonzosos. Por último, sin agotar por completo la lista, podemos mencionar a la industria militar, quienes han logrado cambiar su cada vez más impopular mercado de la lucha antiterrorista, por la lucha internacional contra el narcotráfico, con numerosos países consumidores ovacionando los enfrentamientos contra los traficantes siempre que sean más allá de sus fronteras.
Es claro que la batalla contra el narcotráfico es una guerra de hipocresías, y en ella corremos el riesgo de perder todos. Para que ese no sea el caso, ¿cuál puede ser el lugar de la imagen fotográfica? No voy a pretender dar una respuesta a lo que no puede ser más que una invitación a reflexionar y participar. Es importante considerar muchas aristas desde experiencias muy variadas. El editor que decide sobre la pertinencia de acompañar un reportaje con un muerto en primer plano, ¿lo considera necesario para informar? Los medios que discuten la posibilidad de autorregularse, sin concretarlo en políticas editoriales, ¿están privilegiando la utilidad comercial sobre la dignidad humana? Las portadas cada vez menos diferenciadas en su brutalidad, ¿denuncian la violencia o la glorifican? La omnipresencia de los ejecutados a través de internet, ¿nos hacen menos sensibles al valor de la vida humana? A las anteriores, podemos agregar infinitas preguntas. Después de todo, si todos consumimos representaciones de la violencia, ¿cuál es nuestra propia percepción de esto y cómo incide nuestra actitud en este tema?
En las siguientes semanas publicaremos algunas galerías que presentan perspectivas complementarias sobre el tema y con las cuales esperamos provocar una reflexión y debate que nos parece indispensable en la encrucijada actual. En esto, como en la lotería, la única manera de ganar es participando.
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