4. De las palabras (26/9/2001)
Ésta es una de esas noches en que las palabras se me agotaron en la relectura de viejos textos y en conversaciones donde rememoré anécdotas casi olvidadas. Sin embargo, al filo de la madrugada me asalta el desasosiego en un puñado de ellas, desempolvadas por azar, y vueltas a la vida. Y de pronto pienso: “hace frío y llueve.” Y en el sentido de esa frase flota un cuerpo de mujer con quien navegaré esta noche, más tarde, mientras estemos dormidos, por algo que sólo atino a etiquetar como mis sueños.
Pero ésta es una noche, también, en que las palabras me traicionan, como cuando al otro extremo del teléfono se interrumpe el diálogo y ya sólo se adivina un entendimiento más sutil en los sonidos inesperados que nos devuelve la línea telefónica, sean silencios, suspiros o gemidos cargados de expresividad. Y de pronto no me queda más que maldecir esta biblioteca de Babel que vende recetas para decir “te quiero” y nos roba la inocencia de cerrar los ojos, respirar profundo y dibujar sobre el aire el rostro aprendido en la esperanza de un futuro común, y desear que eso lo signifique todo...