19. Del fango y las estrellas (30/1/2002)
Otra vez entre el fango y con un ala herida, me preguntó: ¿cuál estrella tiene el nombre de mi libertad, o qué nube me oculta el ideograma secreto de mi esperanza? No me sirve este plumaje para compartir el vuelo, ni me sirve de nada la inmensidad del horizonte cuando el invierno arrecia. Las aves que vuelan a mi alrededor me miran con ojos de sorpresa y me adivinan quizá demasiado ajeno para ser de su parvada. ¿Estoy solo? No sé, prescindo de cualquier pena y cualquier gloria, e intento sacudirme el lodo del plumaje y levantar el vuelo. Y nada pasa, y todo queda atrapado en este costillar doliente.
Pero no puedo negar mi vida de rescoldo, a medio camino entre el fuego y la ceniza, con un corazón de estrella fugaz que palpita sobre un cielo obscuro, casi inexistente. ¿O es que hay un cielo para mí y dejó de existir un infierno con mi nombre? La brisa que hace renacer el calor en mí, es la misma razón que me consume. Pero tampoco puedo negar mi vocación de faro en la tormenta, con el mismo cintilar trémulo de una luciérnaga cuando la lluvia se avecina, ni consigo hacer de éste, mi puerto, un lugar seguro donde puedan atracar algunas barcas. ¿O es que no hay puerto y mi brillo es sólo una advertencia contra los escollos?
Por una vez he intentado mantener el vuelo, y caigo. Las estrellas se mofan de mi excesiva vanidad y del amor que les profeso. Por una vez he querido poner a mi nombre un rincón del universo, y de pronto me encuentro sin testigos; pero se acercan unas pisadas que creo reconocer. ¿Puede ser alguien que regresa a firmar junto a mi nombre?