Post Scriptum
No hay más, sólo la carne para decir “te quiero” cuando la mente nos dictaba olvido,
y esta necesidad que escurre de los labios para buscar —amparados por la alegría del tacto— otra oquedad con la cual se pueda compartir el mismo miedo.
No hay nada más, tan sólo compartir vacíos e intercambiar señales amorosas entre los ángulos extremos del infierno.