III
Hacen el amor
como si la muerte los acechara en cada despedida
—los salones vacíos y las calles solitarias,
una vereda oculta entre los árboles
y una hamaca arrullada por el viento
o la alfombra de una habitación llena de libros
y unas literas en un lejano pueblo
han sido fieles testigos.
Las tardes gastan sus minutos
en la complicidad de una recámara
y a veces, entre nubes de vapor,
bajo la lluvia artificial de un baño
juegan con la espuma a descubrir sus cuerpos.
Pero aún no saben si la soledad los amenaza:
ahora que el insomnio se ha marchado,
olvidan las crónicas de naufragios anteriores
y se embarcan en las travesías de la piel
o hacen votos
para entregarse a la juventud y sus excesos.