Crónica de Naufragios

Epígrafes

Sabiendo que nos será arrebatada
Me maravilla creer en nuestra estación
Y que nuestros corazones una y otra vez
Rechacen el último naufragio
—Andrée Chedid

Una caricia basta para multiplicar esas semillas que propagan la lepra,
esas fosforescencias que propagan la seda y el ardor,
esos hilos errantes que propagan el naufragio y la sed.
—Olga Orozco

Declaración de principios

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I

Busco una mujer que tenga la estatura de mi esperanza o el sabor justo de mi olvido. Alguien que no consagre otros altares sino a la trinidad de los deseos: el Amor —un corazón abierto como una vitrina que ya nadie observa—, el Conocimiento —mirar las costuras de cualquier verdad y sentir las puntadas con las cuales la inteligencia sutura su universo— y la libertad —arrastrarse sobre la arena caliente y con las alas rotas.

II

Busco una mujer con la sensualidad fuera de borda y el vértigo labrado en la palma de las manos. Ni muy pronta a la consumación ni muy reacia a la desnudez, aficionada a las aventuras alma adentro y con ojos profundos —inagotables en la exhuberancia de sus fantasías vírgenes— que me inviten a explorar sus laberínticos senderos.

III

Busco una mujer de espaldas a la sociedad, y recostado el cuerpo. Una dama que se descubra en la piel tanto como en cada hemisferio del cerebro, y que se reconozca hembra con la misma convicción que pone el fuego, en ciertas llamas, para consumir la totalidad de un cirio, o el tramo final de alguna vela.

IV

Busco una mujer sin falsas esperanzas ni temor a naufragar en desencuentros, únicamente con la fe inútil de saberse aún joven y sedienta —con hambre de noches más largas que la angustia, más profundas que la muerte y más, mucho más intensas que la entrega a los desvaríos del sexo.

V

Busco una mujer al margen de cualquier certeza —con mil dudas brotando desde el fondo de sus huesos—, pero con la voluntad ejercitada frente a la violencia de estar solos, como el toro ante la capa y en mitad del ruedo. Que no exija otra seguridad sino la de poder redimirse por los caminos del anhelar constante, del revolverse entre las sábanas por descubrirse entera, acompañada: ocupando ambas mitades de su lecho.

VI

Ofrezco un rincón casi miserable del universo donde existe un árbol de palabras y hasta el tiempo estéril fructifica. Los signos infaustos del silencio se transforman en un lugar propicio para la piel y, aunque desesperanzado, el deseo exige un pequeño margen de perpetuidad para ser la encarnación de un vendaval de ensueños.

VII

Ofrezco construir un nido en la memoria para dar calor a los minutos que, protegidos por una mano pródiga en caricias y alimentados con las membranas más nutritivas del anhelo, lograrán su mayoría de edad y se transformarán en una densa parvada de recuerdos.

VIII

Ofrezco algo más que la pasión inútil, pero quizá menos de lo que mi memoria arrebata al caudal de los momentos. Tengo la sangre encendida de juventud y el revés de los párpados llenos de mujer —como un coleccionista podría llenar de mariposas un número infinito de vitrinas—, pero también tengo la sed que me reclama un cuerpo.

IX

Ofrezco una posibilidad de consumación que no se agote con el sudor entre las sábanas y la lujuria extendiendo raíces sobre el lecho. La religión de la carne no pide ofrendas únicamente en el altar del sexo, pues entre los dos extremos de la noche la sensualidad me ha dictado rituales donde se experimenta más misticismo que al calor de cualquier secta, y más beatitud que a la mitad de un templo.

X

Ofrezco la complicidad de una entrega instituida como crimen sin testigos ni redención, pero también sin caretas ni esperanzas en un futuro incierto. Una ofrenda a los ídolos de la fugacidad perenne, donde la seguridad de lo transitorio sea un portal para pisar lo eterno.

Trinitaria

Porque Dios pasa a tu lado
—conversando entre sus Tres Personas—
no en la pretenciosa tempestad, ni en el rayo
autocrático
sino en la humilde brisa
—Pablo Antonio Cuadra

Otra forma de nombrarte

Otra forma de nombrarte

Pensamientos afines

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
—Alejandra Pizarnik

Sólo tengo palabras, sólo tengo
mi voz infiel para buscarte.
—Margarita Michelena

Al reclamar tu nombre, la palabra
de ayer, con que te llamo, ya no es tuya.
—Rubén Bonifaz Nuño


Tú eres el ave que batió las alas
cuando yo desperté y llamé en la noche.
Yo llamé con los brazos, pues tu nombre
es como un hondo abismo de mil noches.
—Rainer María Rilke

Tu nombre, con el que duermo,
lastima mi boca como si fuera un talismán,
y me arrastra, como una sentencia, hacia el destierro.
—Marguerite Yourcenar


Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz.
—Cantar de los Cantares II,14

Otra forma de nombrarte

Otra forma de nombrarte

Te busco en los nombres,
las palabras
que me hablaron de ti
no dicen nada.

Antes
te sentía en sus líneas,
sus sonidos
rescataban tu nombre,
dibujaban
tu silueta en la luz,
en la esperanza.

Ahora
no te encuentro en ellas
y creo
que te escondes,
te me escapas.

Parece
que habrá que buscarte en cada hueco
y habrá que reinventarte en tus palabras.

 

Otra forma de nombrarte

Alegría

En el minúsculo espacio
 al costado de mi cuerpo
 no te siento.

Sólo eres
 aroma furtivo,
 hoja seca
 que cabalga en ráfagas de viento.

Sólo eres
 puñado de tiempo
 y promesa
 de poder confundirnos en un lecho.

 

Otra forma de nombrarte

Calma

Te acercarás
rasgo a rasgo irás desdibujando
los múltiples rostros del vacío:

las horas preñadas de silencio,
 la penumbra
 tejida de insomnio y de minutos,
 el frío lacerante en cada sueño,
 la amargura del humo
 y el aroma a ceniza y a veneno.

Después llegarás
 con tus manos de alborada
y dando un golpe de luz
 llevarás una caricia hasta las sábanas.

 

Otra forma de nombrarte

Confianza

Sentir que la brisa viene
 y ya carga tu fragancia.
Sentir que la luz se acerca
 y empieza a aclarar tu cara.

Sentir
 que en tu piel cada fragmento
 y cada línea en tu cuerpo
 desde hace mucho me aguardan.

Otra forma de nombrarte

Esperanza

Mientras queden las noches y el insomnio,
la pasión, el silencio, algo de calma,
una luz tras la ventana.

Mientras sienta
la sangre, las heridas y la rabia,
la ansiedad y la palabra.

Mientras viva
tendré un hueco de ti,
un espacio para ti dentro del alma.

Otra forma de nombrarte

Fe

Escucho tu murmullo:

A la vuelta de la noche
me hace renacer de la tiniebla
y aferrarme al borde cálido
 de una caricia.

Un poco más allá,
entre la piel y el viento,
encuentro el horizonte de tu aroma.

Otra forma de nombrarte

Libertad

Mañana
serás abismo de luz,
con un soplo de calma
fundirás mi prisión
y borrarás las huellas que tu ausencia
dejó sobre mi piel erosionadas.

Mañana
en el borde de mis labios
tallarás un portal
y abrirás en mi cuerpo una ventana.

Otra forma de nombrarte

Luz

Te llamo
desde el corazón de la penumbra.

Rastreo tus señales
hasta el núcleo mismo de la noche
y encuentro tus indicios,
como un ramillete de certezas,
en la profundidad anhelante de mis ojos.

Otra forma de nombrarte

Pasión

Me asomo hacia ti
y sólo veo la oquedad
que marcó tu presencia
en cada contorno de mi cuerpo.

Cuando busco
en la piel y su vértigo,
al final de un laberinto
de umbrales que fluyen en el tiempo,
me hablas
desde ciertas palabras
y en siluetas carnales
que la bruma disuelve en añoranzas.

Otra forma de nombrarte

Paz

Te presiento
en cada crepúsculo de fuego
en los diarios abismos
de lúcido insomnio.

Entre sueños
me disuelvo en penumbras
y creo adivinarte
a lo lejos.

Hace mucho te aguardo
y, enredado en ausencias,
sólo quiero
volver hacia ti desde el destierro.

Otra forma de nombrarte

Tranquilidad

Cada vez me haces más falta.
Si grito tu nombre contra el viento
me estalla tu ausencia en llamaradas.

En todo está impreso tu vacío:
el eco sin fin de los segundos,
la mano en su rutina titubeante,
el diario regresar hacia los sueños
y el nostálgico ritual de los momentos
delatan la oquedad de tu pisada.

Otra forma de nombrarte

Otra forma de nombrarte (finale)

Nada sé de tu voz ni de tu rostro,
Sólo espero
y en susurros te digo:
ven,
vuelve hasta aquí por algún tiempo,
dilúyeme en el pulso de la sangre,
dame vida
y hazme morir por un momento;
tal vez más allá
encuentre tu palabra,
tu silencio.

Fiat Lux

Fiat Lux

Pensamientos afines

Si uno tuviera al menos una franja de luz
o un pedazo de amor donde meter las manos
estar seguro del dibujo del otro, ponerlo sobre el pecho
o a contraluz del globo de la luna.
—Nelson Simón González

Sí,
ya sé que hay una calle para el amor,
un rincón para la ternura en donde está la luz creciendo.
—Enriqueta Ochoa

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
—Jaime Sabines


Ninguna promesa terrena
puede apacentar mi corazón
como la certeza del sol
que de tu cielo se desborda.
—Vincenzo Cardarelli

¡Por fin, las lámparas están a vuestro lado,
el resto de la vida, por mirar!
¡Pasó ya medianoche, brilló el astro del alba!
—Emily Dickinson


Ha resplandecido como una mujer joven,
incitando a moverse a todo lo que vive.
El Fuego se ha dejado inflamar por los hombres:
rechazando las tinieblas, ha hecho la luz.
—Rig Veda (A la Aurora, VII.77)

Fiat Lux

Fiat Lux

Amor, te nombro
como la luz dibuja un horizonte
en cada madrugada.

Pero aun así, ¿cómo atraparte,
con qué agudo anzuelo de palabras
o en cuál quebradiza red de frases?
Tu faz se diluye sin un cuerpo,
de tiempo en tiempo se desgaja
en mil fugaces alboradas.

Sólo ante el abismo,
a un paso del vértigo carnal,
se descifra la luz que hay en tus signos.

Fiat Lux

Primer signo

Tu rostro
surgió hasta el nuevo día
para invocar la caricia
de unos ojos
que lo abriguen y lo envuelvan
con su mirar andariego.

Y tu nombre
antes de ser palabra
nació para ser un cuerpo
enraizado en la memoria
tiránica del deseo.

Fiat Lux

Segundo signo

Como al llegar la primavera
se abren las flores
y escuchan el cantar que trae el viento,
florecen mis oídos,
se vuelven fecundos
y reciben el polen de tu aliento.

Fiat Lux

Tercer signo

Tu cuerpo
se cuela entre mis párpados,
en cálidos fragmentos de color
gotea a través de la mirada
y avanza,
desde la piel a la memoria,
para hacerse constante recuerdo.

Fiat Lux

Cuarto signo

Sostenida en el aire
por la red acústica
que brota de tu aliento:

tu voz

se escurre hasta mi oído
como lo hace la cascada auditiva
que en un puñado de hojas
mece el viento.

Fiat Lux

Quinto signo

Se filtran a través de la mañana
y cruzan la memoria.
Se condensan.

Son gotas que en el sueño
remedan con su rítmico sonido
el dulce acento de tus pasos:
la presencia y el recuerdo
fundidos en un símbolo:
su canto.

Fiat Lux

Sexto signo

Buscar en el aire
y de pronto encontrar un horizonte.
Sentir algo
que presagia el retorno de tu cuerpo
como tal vez alguna nota
nos trae las imágenes de un piano
o el eco inaccesible de un recuerdo.

En la brisa
encuentro ese algo
horadando las noches con deseos:
es tu aroma
que erosiona los segundos, gota a gota.

Fiat Lux

Séptimo signo

Desciende por la espalda suavemente,
se curva en la cintura
y se vuelve cadera.

Abarca con su cálido tejido
desde hombros y vientre hasta las piernas:
tu forma
en su acuático fluir
del placer la textura me revela.

Fiat Lux

Octavo signo

Con la mano
exploro los hombros,
subo a la garganta y avanzo.

En la obscuridad dibujo un rostro:
labios y párpados,
mejillas y frente;
regreso al cuello
y deslizo los dedos
como si lloviera mansamente
sobre el cauce sensual de tus cabellos.

Fiat Lux

Noveno signo

Un poco más allá de la vigilia
y un poco antes del sueño,
creo ver esbozada en la franela
el plano arquitectónico de un cuerpo
que se extiende al costado de mi lecho.

De pronto delinea tu silueta
y, con hambre de piel y sed de carne,
a la luz del insomnio me despierta.

Fiat Lux

Décimo signo

Sobre los tibios pliegues
de tu piel
me florecen capullos dactilares
y descubro, al leer, con ambas manos
entre sus muchos relieves corporales,
el rostro ardiente de la carne.

Fiat Lux

Fiat Lux (finale)

Encuentro tu faz en cada signo:
en las grecas del viento,
en las manos
que descifran las líneas de tu cuerpo,
en el abismo
que se abre entre mis párpados
y apresa la luz.

Cada momento
revela los trazos y colores
que inscribes con tu voz,
con tu silencio. 

Consumatum Est

Consumatum Est

Pensamientos afines

Amar:
hacer de un alma un cuerpo,
hacer de un cuerpo un alma,
hacer un tú de una presencia.
—Octavio Paz

Los elegidos para ser felices
somos tan sólo carne
donde la dicha libra su combate.
—Pedro Salinas

Nada sino tu voz y mi ceniza.
Tu dulce amarga voz y mis velas sin rumbo.
Hueso del fruto de la luz, tu cuerpo.
Nada sino silencio y cielo.
—Luis Cardoza y Aragón


Mi amor maravilloso como la piedra insensata
Esta palidez que tú juzgas ligera
De tal modote alejas de mí para regresar
A la hora en que el sol y nosotros dos formamos una rosa
—Georges Schehade

Mira: no amamos sólo desde un año
como las flores. Cuando amamos
inmemorable savia remonta nuestros brazos.
—Rainer María Rilke


Cuando aparece, se alzan las auroras.
Con sus brillos los soles reverberan
y la luna sonríe, si sonríen sus ojos.
—Canto de amor árabe

Consumatum Est

Consumatum Est

El obscuro eco de tu nombre
se aviva entre los muros que el deseo
erosionó en recuerdos

Al hacerse la luz
el calor desciende a través de la mirada
y cayendo se vuelve una presencia:
sobre ella el amor ya se derrama
en torrente o cascada.

De pronto
me descubro y somos
porque…


Este es el inicio de un poema que puede continuar con cualquiera de los fragmentos ubicados en las páginas pares del mismo título seguido de otro fragmento ubicado en página impar, y así intercalados de esta manera hasta concluir con el titulado “Consumatum Est (finale)”. Sin embargo, también permite la lectura en estricto orden impreso.

Consumatum Est

I

 …adivinar entre mil voces
la única aquella
que presagia una piel
extendida ante mí como pradera
y aguardándome
como ventana abierta
ante el destierro ancestral de la lujuria


ciñe y encadena mi futuro
a la diaria esperanza
por la cual…

Consumatum Est

II

 …reconocer con la yema de los dedos
cada vereda
trazada desde tus arduos muslos
a la cima del cuello
y luego de vuelta hasta tu centro
me dirige hacia el fugaz reposo
a un costado de la calma
más allá de la ansiedad y el vértigo.


A veces soñarnos
bajo el incendio de un crepúsculo
y después…

Consumatum Est

III

 …contemplar cada una de las hojas
de tu carnal ramaje
en tu tronco
tallar con las manos tantas grecas
como permita el ardor de tu corteza


y cobijado en tu luz…

Consumatum Est

IV

 …percibir un sonido:
tu aliento entrecortado
un suspiro sensual
o el signo auditivo
que señale el placer que está llegando
enciende mi fe
dibuja mi sendero con tus pasos.


Por ese sendero avanzaré
por él mi porvenir se irá trazando
y algún día a tu lado
podré descubrir que…

Consumatum Est

V

 …probar sobre tu pecho
la salina humedad
de los océanos
enardece mi confianza
hasta hacer que se desborde
la ternura en volcánicos caudales
y escurra de mis brazos
por todos los rincones de tu cuerpo


luego…

Consumatum Est

VI

 …descubrir a lo lejos tu silueta
hace a la memoria esbozar un puerto
en un cuarto nublado de caricias
y con un rostro que florece en besos.


Mientras la alegría
dibuja en los minutos tu figura
e imprime
la añoranza futura
piel adentro…

Consumatum Est

VII

 …aspirar el aroma
todavía suspendido de las fibras
que abrigan tu fascinante desnudez
con un capullo desigual de viento
traza un inicial boceto
de la tranquilidad
erigida en cristal cual monumento


así también…

Consumatum Est

VIII

 …saborear
tu obscuro paladar
con los labios
plantados a la puerta de tu boca
anuncia que me estoy apriximando
a disfrutar la paz que hay en un templo
de cimientos carnales y de ardiente mármol.


Ya llega la mañana
y escucho el canto de los pájaros
tal parece que…

Consumatum Est

IX

 …ensayar con la epidermis
la palabra corporal
que nombre el oleaje en nuestros talles
me explica la pasión
con el simple abecedario de la carne


y recordar
las horas que fatigaron nuestro lecho
cuando puedo…

Consumatum Est

X

 …inhalar tu perfume
—como arrancar de raíz un árbol seco—
fragmenta tu presencia
en cadenciosos retazos de color
como luz de vitral
danzante entre los arcos de un convento.


Construí
nuestras horas con libertad de sábanas
y en cada antiguo sitio de reposo
el altar donde celebro tus misterios
y donde…

Consumatum Est

Consumatum Est (finale)

 …sentir las raíces que nos crecen
desde la tensa espalda
y a lo largo del cuerpo
y brotan con espasmos de placer
en las flores diversas
que surgen entre la obscura hierba de los vientres
me hace comprender
que luego podré verte


en la oquedad abierta entre mis brazos
y pronunciar tu nombre


en el abismo sediento de mis ojos
y beber sorbo a sorbo de tu luz


y en las figuras caprichosas de mis sueños
para acariciarte la piel
y besar palmo a palmo tu silencio.

 

Cada vez más rotos

Y cada vez peor y cada vez más rotos
Y cada vez más tú y cada vez más yo
Sin rastro de nosotros
—Joaquín Sabina

Del tiempo estéril

Del tiempo estéril

Tiempo y deseo

I

Verme en la confusión de tu mirada
es triste, y en la oquedad del tiempo próximo
adivino la sed de nuestros ojos:
beber la luz del viento en cada ráfaga,
buscar a tientas, entre el aire, formas
que nos hablen del tiempo que fue nuestro
y palpar con la vista este deseo
con rostro de herida. Cada hora
que fue nos pertenece en el recuerdo,
cada minuto es una gota altiva
de sangre que marca el futuro incierto
y lo hace una condena inmerecida.

Nunca llegaste a ser conmigo, pero
Mientras te pienso, a solas, eres mía.

II

¿Te amé, o sólo es que tu figura
—aquella que me hice de tus gestos—
tuvo la precisión de mis deseos
cada día? Ahora crecen las dudas
en la promiscuidad de los recuerdos.

Todo se ha vuelto un signo de agonía:
los golpes del reloj, la melodía
cotidiana del tiempo, aquel eco
armonioso de tu voz que deslava
la tranquilidad rústica del sueño,
la profesión de fe en el mañana
y en la resurrección del amor muerto,
o el destino por fin en mi ventana;
todo se ha vuelto un signo del deseo.

Del tiempo estéril

(fragmento 1)

…porque representas todo aquello
que se me escapa de las manos
y no vuelve
y no creo poder recuperar:

un Dios
que no responde
o lo hace con signos que aún no entiendo

la pureza
aquella con la que besé tu infancia
la esperanza
la poca que es posible
y la que falta…

Del tiempo estéril

(fragmento 2)

…hay días en que la pasión
es sólo la sombra de un caballo muerto
y no existe otro consuelo
sino llorar en la distancia

hay tardes que la sed apura
como un presagio de la muerte
cuando no existe fe para inventarnos alma

y hay noches donde las venas
abren imágenes al sueño
hirientes como filo de navaja

en ellas nos descubrimos solos
con la sangre vuelta nido de añoranzas…

Del tiempo estéril

(fragmento 3)

…algunas veces
imagino las sombras
y el modo en que su desnudez envuelven
hasta abrir cicatrices que se alargan
en infinitas formas de silencio…

Del tiempo estéril

(fragmento 4)

…si se pudiera rescatar algo del naufragio
al menos tú
al menos la improbable caricia de tu cuerpo

si se pudiesen recobrar los días
tantos como las múltiples parvadas de la ausencia
que devoran la carroña:
estos meses que ya cuento en años

si alguien surgiese de la espuma
otra vez al menos tú
y lograse hacer fecundo el tiempo

podría salir de este laberinto de oquedades
y no volver a mirar el vacío espejo de mi lecho…

 

Del tiempo estéril

(fragmento 5)

…una de esas mujeres que se esconde
tras cada doblez de la tormenta
y escapa
una de las que debe sacarse de la pasión
a punta de alfileres
si se pretende olvidarla

una de esas mujeres
que se lleva flagelada sobre el pecho
como una cicatriz
como una llaga que no se desvanece
y aumenta a lo largo del costado
hasta causar la muerte
una de las que llega igual que la sed
nos estremece
y después se marcha
del mismo modo como lo hace la esperanza

una de esas mujeres
con quien uno quisiera inventar de nuevo
la más lasciva humedad sobre del cuerpo…

 

Del tiempo estéril

(fragmento 6)

…cuando llegue la noche
que no sepa cuál rostro ponerle a su recuerdo
como si de pronto se opacara
la superficie ultrajante de un espejo

cuando lleguen las horas
que arranquen de cuajo su figura
ya adormecida sobre el fondo de mis ojos huecos

y cuando arribe hasta mi portal
el inmisericorde tiempo
para amputarme el mundo de su amor
aquél que nunca tuve
aquél que aún le tengo…

Del tiempo estéril

(fragmento 7)

…aunque no logro comprender
si eres porque te ajusté a la forma de mi anhelo
y la esperanza te labró
bajo la impaciente mano de un aprendiz de forjasueños

o porque un dios menor y resentido
ante mi oficio de arrogancia sobrehumana
te dio a la luz desde la espuma de los tiempos
y abortó mi calma…

 

Del tiempo estéril

(fragmento 8)

…deslindar una parcela en el olvido:

si el tiempo es bueno
fertilizar las horas
con el placer ingenuo del momento

o si la memoria inoportuna
acaso nos hiere y tiraniza
con el doble filo del recuerdo

huir y reinventar
si aún es posible
los caminos hacia la realidad desde el deseo…

Del tiempo estéril

(fragmento 9)

…desde que el mar es furia encadenada
ante el torvo paisaje de su cuerpo
y siento miedo

desde aquella noche en que se rompió la estela de mis pasos
y perdí la noción del camino que he avanzado
y la posibilidad de algún regreso

desde que padezco la soledad como una lepra
y grito buscando su misericordia
y sólo me responde entre los árboles el viento
sólo el viento…

Del tiempo estéril

(fragmento 10)

…de tanto golpear los ojos
contra la transparencia fría de mi universo
donde no puedo descubrir tu cuerpo

de tanto gritar sin recibir respuesta
que no sea el eco silencioso de la noche
donde crece mi angustia
por no olvidar tu nombre frente al sueño

de tanto esperar
sobre las grietas contagiosas del desierto
de tanto querer
de tanto amar
de tanto invierno…

 

Del tiempo estéril

(fragmento 11)

…es triste tener un cuerpo joven
y naufragar entre las sábanas del lecho
sin poder aferrarse a algún madero
de amorosa piel

pero la soledad no es otra cosa…

 

Del tiempo estéril

(fragmento 12)

…como síntomas de una gangrena
nutrida de las alas que a mi corazón
le injertaron las tempestades de mi pecho

del mismo modo en que vuelve su figura
a tomar las formas del vacío
que dentro de mi soledad edificó el recuerdo

igual que se escapa de mis manos
el volumen preciso de esta pasión

de esa misma manera
la busco y la poseo…

 

Del tiempo estéril

Post Scriptum

No hay más, sólo la carne para decir “te quiero” cuando la mente nos dictaba olvido,
y esta necesidad que escurre de los labios para buscar —amparados por la alegría del tacto— otra oquedad con la cual se pueda compartir el mismo miedo.

No hay nada más, tan sólo compartir vacíos e intercambiar señales amorosas entre los ángulos extremos del infierno.

 

De las batallas inútiles

De las batallas inútiles

1. Insomnio

Mira a través de la ventana: la noche es un umbral de mariposas negras y el alumbrado público, tu contrincante en esta inútil batalla. Alguien debe mantenerse en vela o la angustia podría echar raíces y extenderse sobre el fondo de tus ojos.

De las batallas inútiles

2. Desolación

Bajo las sábanas, en el momento infausto de ver a los relojes gesticular el paso de las horas, ¿no sientes crecer las sombras entre tus muslos? ¿O, en la garganta, no te cierra la voz toda la arena del desierto?

De las batallas inútiles

3. Amenaza

Aunque no te dicen nada el televisor ni el radio, sientes los malos augurios de la ciudad y las banquetas tienen la jovialidad de un asesinato: lo delatan las calles con sus gemidos de hembra en celo.

De las batallas inútiles

4. Esterilidad

Borras la huella que trazó tu mano sobre el papel. Hay ocasiones en que ni siquiera el amor o el olvido hacen fértiles tus madrugadas. El día ya te amenaza detrás del horizonte y no tienes el consuelo de una mínima creación ofrendable a los ídolos del insomnio. Te dices que tal vez mañana tendrás algo que ofrecerles (pero sabes que probablemente no sea cierto).

De las batallas inútiles

5. Soledad

El viento araña los cristales mientras tu cama destila una humedad de invierno. Cuando no hay otra piel con la cual compartir la obscuridad, la noche se transforma en un diálogo de sombras y las manos se agotan interrogando un lecho donde no surgen respuestas.

De las batallas inútiles

6. Desamor

Puedes luchar, pero la evocación es un chisporroteo de velas que están por acabarse, y nunca acaban.

De las batallas inútiles

7. Dolor

Sabes que un fantasma habita tu cerebro: las voces que trasminan los muebles de tu recámara, la silueta desdibujada en las cortinas por el aire y la mano que se desliza de tu cintura a tus hombros te lo dicen, no puede ser más que eso.

De las batallas inútiles

8. Miedo

En cada rincón adivinas un naufragio. Huyes de las construcciones y los espacios íntimos para no imaginar las posibilidades de tanta y tan gran desolación. ¿Qué más da ceder ante las nigromancias del temor o hundirse en la profundidad del desaliento?

De las batallas inútiles

9. Incertidumbre

No existe filosofía que soporte el cincel corrosivo de las penumbras ni iglesia que ofrezca un paraíso tranquilizador al naúfrago. Pero tal vez consigas algo de alivio contemplando las ruinas que dejó el silencio.

De las batallas inútiles

10. Condena

Las avenidas solitarias poseen cierta sensualidad fúnebre: el pavimento permanece mudo, las sombras se alargan y los árboles se tornan pálidos, parecen murmurarte al oído su maldición seductora y un exilio perpetuo.

De las batallas inútiles

11. Angustia

De pronto, ante la violencia inmisericorde de descubrirte en absoluta soledad, ¿no empiezas a dudar de los espejos? Y si los minutos se eternizan, ¿no tienes la impresión de que al palpar tu rostro encontrarás un yermo?

De las batallas inútiles

12. Desesperanza

Te detienes a mitad de un cruce donde los semáforos parpadean, confundidos por la medianoche. Recuerdas la imagen que te acecha desde todos los resquicios de obscuridad y comprendes que no tienes otro oficio que el de gritar su nombre, aun sin saber si éste por fin es el correcto.

De la esperanza incierta

De la esperanza incierta

I

Ella toca su pecho y lo descubre firme;
pero no encuentra otra piel
ni otras manos,
sino apenas la humedad recalcitrante de su sexo.

Él agota las páginas de un libro,
y se acuesta desnudo y aferrado a una almohada
para intentar no hundirse en los silencios.

Las mañanas nunca han sido fáciles
al despertarse tan mujer y tibia
frente a la muda compañía de los espejos.

Y es triste desprenderse de las sábanas
para no compartir el café de la mañana
ni el agua en la bañera,
y entonces duele no volver al sueño.

Pero durante el día se sentirá observada
y una pregunta casual
le conseguirá inspirar una parvada de promesas
y no le bastará la voz
para acercarse y tocar ese otro cuerpo.

Y él escuchará la respuesta aunque ya no importe,
pues habrá comprendido:
cada sílaba
tendrá la plenitud de una caricia
y cada frase,
la humedad y el calor de varios besos.

 

De la esperanza incierta

II

Recorren los pasillos
con la seguridad de encontrarse
al dar la vuelta en cualquier esquina,
y se distinguen entre muchos rostros
como lo harían en mitad de algún desierto.

Ella busca ese cuerpo
y esa mirada que la reconocen hembra,
e imagina sobre sus muslos
el vaivén lujurioso de esos dedos.

Él observa la tersura de los hombros
y, en la espalda,
el espacio justo para su abrazo.
Luego piensa en la tranquilidad del vientre
y en el valle húmedo del sexo.

Lo abraza,
como si en él se sostuviera el mundo,
y le da un nuevo sentido a los silencios.

La envuelve con sus brazos
y aventura una caricia
al borde de los senos.

Después,
confunden su anatomía con una enredadera
y reinventan la forma de sus sueños.

De la esperanza incierta

III

Hacen el amor
como si la muerte los acechara en cada despedida

—los salones vacíos y las calles solitarias,
una vereda oculta entre los árboles
y una hamaca arrullada por el viento

o la alfombra de una habitación llena de libros
y unas literas en un lejano pueblo
han sido fieles testigos.

Las tardes gastan sus minutos
en la complicidad de una recámara
y a veces, entre nubes de vapor,
bajo la lluvia artificial de un baño
juegan con la espuma a descubrir sus cuerpos.

Pero aún no saben si la soledad los amenaza:
ahora que el insomnio se ha marchado,
olvidan las crónicas de naufragios anteriores
y se embarcan en las travesías de la piel
o hacen votos
para entregarse a la juventud y sus excesos. 

 

Autobiografía parcial

Porque ¿qué es lo que quiero decir, Señor, sino que no sé de dónde he venido acá, a ésta, por así decir, vida que muere o muerte que vive? No lo sé.
—San Agustín

Confesiones

Confesiones

I

Eras el horizonte navegable de mis noches y la brisa tejía tu olor en las almohadas de mi cuarto. Ahora no entiendo el pecado de tomar como única patria ese territorio que agoté —de frontera a frontera— con mis besos, esos brazos que se extendieron alrededor de mí y trazaron surcos donde tu amor pudiera echar raíces —sé que los vestigios nunca se borrarán de la memoria estremecida de mi espalda.

Eras la oración que conjuraba la mayoría de mis naufragios, y el sabor a marisma permanecía en mis labios después de andar y desandar tus más íntimos senderos. Pero la tormenta se cansó de esperar a la vuelta de la esquina, una tarde nos empujó a deshacer el amor entre las calles, con la misma lumbre como antes lo habíamos hecho: apenas cubiertos por las paredes de cualquier habitación o abrigados por el cielo.

Eras el aliento entrecortado y el gemir gozoso que sacudía la profundidad onírica de mis mañanas. Ahora sólo escucho tus pasos alejarse, tu voz cambiar su ternura por la aridez de un silencio resentido, tu risa tomar la forma nostálgica de la distancia y el pasado. Ahora, cuando el dolor se ha vuelto más humilde, puedo comprender: dejaste tras de ti el ulular del viento.

Confesiones

II

Busco la curvatura de tu cuello
e imagino las noches bajo la sombra clara
que sobre mí proyecte la humedad de tu cuerpo
—y en la mínima distancia entre tus labios y los míos
un rumor ancestral de lujuria y manantiales

Busco un poco más allá
en el temblor de tus manos
e intuyo la languidez estremecida de tus muslos abiertos
—luego cuando se haya cumplido con los ritos de la carne
siempre volverá a haber tiempo para la desnudez
y las caricias sobre el pecho

Pero aún busco más
y entonces encuentro la esperanza:
tiene la forma oculta y sombreada de tu vientre
y el oleaje preciso de tus senos

 

Confesiones

III

Serás de otro como fuiste mía
tus uñas dibujarán sobre otra espalda
los ideogramas de una pasión fugaz
—tu aliento entrecortado será un aleteo de palomas
en la cornisa de una noche tanto o más luminosa que las nuestras

El sudor hará brillar tu pecho
como alguna vez al salir de la bañera
cuando enfrentaste desnuda tu humedad ante el espejo
—tus senos eran los campanarios donde cerca de mí se levantaba
el último llamado para el oficio de caricias
y la redención de mi angustia con tu cuerpo

Pero los años me traerán tu aroma
desde la brisa del mar y entre un sopor de helechos
y desconozco si ese día traicionaré a alguien más
con la penumbra sensual de tu recuerdo
—pues lo sabes bien: tu piel tenía más lumbre
que el insomnio donde naufrago ciertas madrugadas
y el calor que me ahoga en una muralla de silencios

 

Confesiones

IV

Soy culpable de besar tus pechos
y dormir por mil noches en tus brazos
—las tardes eran un espejo donde crecía una velada angustia
y la piel desdibujaba las fronteras

Soy culpable     también     de la borrasca
y los signos infaustos del silencio
—pero no existió cordura suficiente para hundirnos en el vendaval
y sobrevivir las volcánicas aristas de la entrega

Soy     por último     culpable de la esperanza
y de la fe que me cegaron con simulacros de respuesta
—mientras las dudas maduraban a la sombra artificial de nuestro tiempo
cuando aún creíamos que la sensualidad era la redención

Pero acepto mi error     mi culpa
y sólo pido la libertad de seguir con las manos extendidas hacia la tormenta
y recordar por siempre     y para siempre
que para mí existió una vez en un lugar tu cuerpo

 

Confesiones

V

Sólo me resta estar sobre la corteza de cada día como la luz se ciñe a las siluetas, caminar por las avenidas hasta que se termine la voluntad de añadir otro paso a tanta angustia, hundir la mirada en el escote de un vestido para saber si ahí se encuentra el calor de la esperanza, o seguir el balanceo de unas caderas con la única intención de averiguar el ritmo de la vida.

Además, puedo interpretar los aromas del atardecer como ideogramas del recuerdo con la fugacidad del aire, o buscar un sentido en los pliegues de la franela que envuelve a la cama, o hacer tatuajes elusivos con las sombras que proyecta el humo de un cigarro sobre las paredes —ahora más que nunca desnudas a pesar de los recortes y dibujos—. Pero no descubro cómo reinventar tu presencia con la tibia complicidad de otros cuerpos.

Diálogos

Diálogos

I

Quisiera nombrar la gracia de una mujer con la caligrafía temblorosa de mis brazos, porque estoy como un solitario cualquiera: vacío de otras frases que no sean aquellas rescatadas de unos labios-hembra.

Quisiera decir la fe y el calor de su regazo; pero no comparto el calor ni la fe durante las noches, y no puedo utilizar palabras vacías de ese perfume que mis dedos encuentran sólo al repasar sus líneas.

Quisiera recuperar los signos que expresen su voz como la transparencia al aire, aunque el sonido se transforme en una caja de ecos donde mis gritos sean la única prueba de su ausencia.

Diálogos

II

Dices “no quiero ser como los gatos”
y en tu rostro aparece un visaje solitario
como un animal que nace y muere en el desierto
—nuestra independencia es un estandarte
que reclama y define mil distancias

“Es agradable tener con quién besarse
y con quién desdibujar la forma de los brazos”
pero te acecha un rancio temor de soledades
de incomunicación y de aguas turbulentas
—y el único resquicio contra la angustia se hunde
entre los titubeos de la palabra

“¿Y por qué te gusto?” preguntas
como si tener una piel joven y la vocación para el deseo
fuera una vanidad desconocida
—o como si la sorpresa de encontrarte tan mujer y esperada
te pareciera una ofrenda injustificable y casi cruel

“Pero aún me falta tiempo”
y en esta frase descubro una inusual certeza:
la pasión es cada momento de la duda
y es cada momento de la entrega

Diálogos

III

“Algún día voy a necesitarte”
te escucho decir desde mi pasión entusiasmada
—pero no dejo de preguntarme ¿cuándo
y por qué siempre ese día es un día-después?

“Te amo un chingo     y uno más que tú”
el teléfono y tu voz transforman la grosería en gracia
—y en ritual: en juego de palabras
que acaso significan nada

“Con nadie estoy como contigo”
y te creo porque quiero que sea verdad
porque la fe no ha podido inventarse un rostro diferente
—como yo tampoco he reinventado una mirada
para el tiempo que siento se diluye y se me escapa

Y te creo porque quiero que sea verdad
porque no tengo para ese rincón del alma que tú ocupas
un oficio diferente al de la espera
aunque ésta pudiera ser en vano

Diálogos

IV

“Nos amamos más de lo que nos entendemos”
leo la última de tus cartas
y entre líneas  encuentro el mascarón de nuestra angustia
—heredamos la separación eterna entre dos mundos
donde a veces la sexualidad estableció el más candoroso balbuceo

“El amor es un sentimiento
no una teoría de la vida”
pero la pasión se consume y se desgasta
y algunos necesitan vivir con el corazón hacia los cuatro vientos
—y aún así hubo noches en que confundí tu vientre
con el horizonte más puro donde podría extender los ramajes de mi cuerpo

“¿Y qué del tiempo     nuestro tiempo?”
¿se consumió también bajo el ataque feroz de los relojes
o existe en un lugar aparte dentro del sótano más turbio del recuerdo?
—yo no sé nada porque la piel me encegueció
con el fulgor y el cálido aroma de tu sexo

Pero sí     pasa el tiempo
y entonces la nostalgia de lo que pudo ser me hiere
con el doble filo de la memoria
vestida con el ropaje casual del espejo en el baño
y las sábanas de nuestro lecho

Diálogos

V

Hay palabras que anuncian la tormenta, que dan aliento a las catástrofes de cada día y nos consumen con el amargo sabor del desconsuelo. Repetir que “escucho”, “leo” o “en aquel gesto”, es otra forma de reprocharme que no entiendo, que necesito comprender, que hay otra nueva angustia apenas enraizada cuerpo adentro.

Y es que hay palabras que dan la absolución, y otras condenan sin remedio. Son el castigo que nuestra sed de comprensión impone sobre el vano y limitado entendimiento. Tal vez una caricia anticipada o el modo generoso de entregar tus pechos… Quizá el momento en que haces el amor o me ciñes con tus muslos… No lo sé, acaso con esos signos conversamos de forma más honesta, y brevemente vencemos al silencio.

Viñetas

Viñetas

I

Dibujo por no exprimir la sangre de mis venas para trazar senderos, para ir dejando un rastro indeleble que me recuerde dónde estuve, por cuáles rincones he pasado y cuántas veces. Sé que no tengo derecho de encubrir mis pisadas más trémulas como no oculto las profundas, aunque a veces me duela la planta de los pies y las cuerdas vocales se conjuren en un golpe de silencio.

Conozco los diversos matices que poseen las horas, el colorido vivaz de un día de fiesta al igual que la paleta fúnebre con la cual se despiden nuestros muertos. Y siento la evidencia de la multiplicidad gráfica: algunas líneas muestran mi afición al vértigo, otras crecen sobre mi memoria con la misma agresividad que una herida de navaja al final de un callejón obscuro, y otras más apenas se adivinan bajo la epidermis como la vida en el primer aleteo de una mariposa.

Viñetas

II

Compartimos la piel como las clases del colegio
o las tardes de estudio convertido en cine
—pero los cuadernos no se cubrían de corazones mal trazados
ni podíamos ofrecernos un abrazo en los salones

Nuestra complicidad tenía los límites de tu casa
y las paredes todavía guardan el secreto
—ahora sospecho que la curiosidad semi-infantil poseía más calor
que las alcobas a media luz donde después se extendería el deseo

Nuestro refugio lo erosionaron las manecillas del reloj
o las penumbras donde enfrentábamos los cuerpos
—tu mejilla y tu cuello eran una tierna suavidad
cubierta por minúsculas gotas de sudor
y abiertas al vendaval de un turbio sueño

Viñetas

III

Tengo una mujer de pechos generosos
y entregada a la ansiedad que me hormiguea en las manos
—con ella estoy fundando un rincón marginal del paraíso
sin exilios ni rencores     sin eternidad ni celos

Y aunque tiene el corazón herido
extiende su piel y su palabra
para cubrir las grietas que sobre mí esbozaron los silencios
—antes de ella hubo tardes     y hubo atardeceres
pero no existía oasis de luz que atravesara mi nocturno desierto

Y tiene en su costado tanta angustia
como ésa que en otro momento me arrebató los ojos
y me llenó de espuma cada perfil del tiempo
—donde el futuro parecía un cadáver
y el pasado un pantanal vestido con herbajes muertos

Pero también tiene una provincia de mi voluntad
atada a los aromas de su cuello

 

Viñetas

IV

Desnuda     encima de mi cuerpo
Te miro y sé por cierto que te amo
—pero siempre hay momentos delatores
del temor que se cuela en tu mirada

Tendida y abierta para mí
la joya de tu vientre ya me aguarda
desde un antiguo resquicio en la memoria
y en un rincón futuro de esperanza
—sin embargo te escapas de mis brazos
cuando te nombro y el tiempo nos separa

Recostada al abrigo de mi pecho
casi no eres posible     tan ufana
tan límpida y certera cual la lluvia
tan dúctil y evasiva como el agua
—afuera en la penumbra el aguacero
cultiva los recuerdos que me aguardan
por todos los caminos de la noche
y en todos los riachuelos del mañana

 

Viñetas

V

Todo amor está hecho de naufragios: de soledad y horizontes que se escapan, de presagios funestos y de vendavales tristes, del mismo material que el miedo. Extiendo los brazos y, de pronto, soy el mástil que se resiste a ser doblegado por la tormenta. Tú, junto a mí, eres el velamen que intenta sobrevivirla.

En ocasiones, somos a duras penas animales temerosos de la obscuridad y el frío, fugitivos del silencio que habitan mil ausencias. Pero luego siempre repito que te amo y con estas palabras desdibujo las hasta ayer inexpugnables fronteras, derribo murallas y construyo puentes, me arriesgo a desgarrar el velo. Del otro lado está tu rostro y el de Dios: sonríen. Y en esa brevedad, por un momento, consigo alejar nuestros temores con el conjuro elemental de un beso.